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Cómo decirle a tu amiga que se ha convertido en una casa de alquiler

¡Hola hola! Este es un relato inspirado en alguien real o no, nunca lo sabremos. El caso es que esta metáfora llegó a mí hace solo unos minutos y tuve que plasmarla antes de que se me olvidara. Es triste que exista gente así, que haya personas que son casas de alquiler vagando por el mundo. Aprendamos a valorarnos más y darnos a valorar ante los demás. 


CÓMO DECIRLE A TU AMIGA QUE SE HA CONVERTIDO EN UNA CASA DE ALQUILER:

—¿Pero ella y el novio no se habían separado?

—Mira, yo ya no sé. Ya no pregunto porque siempre cambia la historia según le convenga. Unos días ese cretino es un completo encanto que la cuida y la mima y ella no puede estar más feliz, ¡cómo pudo dudar de que la amaba! Y al otro día es un caprichoso y un egoísta que solo busca su felicidad y que seguro la engaña. Así que no lo sé ni me importa.

—Es extraño. No creo que él sea una mala persona, creo que, simplemente, no la quiere y no sabe cómo decírselo porque es más fácil fingir y seguir juntos, ¿sabes? Es más fácil hacer eso que cambiar por completo tu vida: cambiarte de casa, separar tus cosas de las de ella, volver del trabajo y estar solo, tener que comprarte otro coche porque el que tienen es de ella… No sé, creo que se acomodaron a la rutina y les resulta más cómodo.

—Tiene sentido visto así. Yo también creo algo parecido. Creo que él no la ama y que la ve como a una casa de alquiler.

—Jajajajaja, ¡pero mujer! ¿Qué dices? ¿Una casa de alquiler?

—No te rías, que va en serio. Las dos tenemos casas propias, ¿no? Bueno, son del banco, pero hemos dado el paso a comprar una casa e hipotecarnos, ¿verdad?

—Sí, sí.

—Pues eso es precisamente lo que le hace falta a él: comprometerse. Ambas, antes de comprar una casa, nos fuimos de casa de nuestros padres a un pisito de alquiler, ¿verdad?

—Sí, claro. Me hacía falta dinero y solo tenía lo justo para pagar el alquiler.

—Exacto. Era algo temporal, que sabías que dejarías en cuanto encontraras algo mejor. Pero de momento te servía porque no querías volver con tus padres, disfrutabas de tu independencia a pesar de los inconvenientes como: un casero malhumorado, humedades, colchones y sillones que chirriaban, cortinas descoloridas y el gotelé. No nos olvidemos nunca del gotelé.

—Ya veo por donde vas, entonces, para él su relación es como una casa de alquiler porque es temporal, está a la espera de algo mejor y puede que si no lo encuentra, se quede para siempre con ella y se consuman el uno al uno, amargados por la vida que tienen en común.

—Exacto. Algo así. Tenemos que decírselo, que abra los ojos, que vea que no es una relación sana porque en una relación sana no hay necesidad de preguntar: “¿estáis juntos?” Y, mucho menos, quedarse dudando de la respuesta. Tiene que ver que así no va a ningún lado y que está desperdiciando sus mejores años de vida.

—Sí, decírmelo a mí es fácil. Vamos a su casa con humedades, colchones y sillones que chirrían, cortinas descoloridas y gotelé y se lo decimos. Nos sacará a patadas. La gente que se queda ahí en medio, estancada, tarda en reaccionar. No nos va a querer oír, su verdad es su verdad y nosotras no la conocemos.

—¡Pero se está mintiendo a sí misma!

—¡¡¡Pero es que quiere mentirse a sí misma!!!

—¿Entonces qué hacemos?

—No lo sé. Sinceramente, no lo sé.


No pretendía crear una moraleja cuando escribí la historia, pero sí se puede sacar una y es que, como dije antes, debemos amarnos a nosotros mismos primeros. No seamos casas de alquiler. Y si no encontramos a alguien con quien "hipotecarnos", recordad que con nosotros mismos basta. ¡Es suficiente! Se puede ser feliz y estar soltero. 

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