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Plot a twist! de febrero - Los hermanos Anori

¡Hola hola! ¿Os acordáis del reto Plot a twist que organiza el blog Eleazar Writes? Es el mismo blog donde conocí el reto ¡Yo escribo! que acabé a principios de este mes. Este reto tiene una duración de 6 meses ya que consiste en publicar, cada mes, un relato inspirado en cualquiera de las 3 opciones que la autora nos facilita: una imagen, una frase o una canción. Para el mes de enero elegí inspirarme en la imagen y creé el relato Los últimos latidos de Faviola que más tarde convertiré en relato largo o novela. Y este mes, como soy muy cabezota, he encontrado una fantástica relación entre las tres opciones y he creado un relato mientras escuchaba la canción de fondo y miraba la imagen y la frase la he escogido para que sea el detonante del principio del relato.

La frase → Te despiertas gritando en medio de la noche.
La imagen → Aquí.
La canción → Aquí.


LOS HERMANOS ANORI

Me desperté gritando a medianoche con un mal presentimiento en el cuerpo y con la respiración agitada. Esa noche había una tormenta de nieve con vientos que superaban los 100 kilómetros por hora y sabía que ahora mismo mis dos hermanos estaban comenzando su ritual de iniciación para convertirse en hombres lobo.

Se supone que yo, la hermana mayor, no debía de ayudarles en los días previos. Y para evitar distracciones, mis hermanos llevaban dos días en el bosque, sobreviviendo como humanos hasta la luna llena, que era hoy. Pero desde niños, Singajik, Arkaluk y yo hemos tenido un vínculo especial que nos permite saber cuando uno de nosotros está en peligro.

Como yo soy la mayor de los tres, fui la primera en descubrir este vínculo con Singajik cuando él tenía cuatro años y yo seis. Sentí un escalofrío por toda mi espina dorsal y, sin querer, solté un gruñido. Luego escuché a Singajik llorando en la habitación de al lado porque se había caído intentando alcanzar un juguete. Varios años después, cuando nació Arkaluk, los dos pudimos sentir la conexión con nuestro hermano pequeño y descubrimos que para Singajik se manifestaba en forma de garras, que le crecían al mismo tiempo que se afilaban sus colmillos y el color de sus ojos se tornaba amarillo. Y Arkaluk lo descubrió cuando tenía doce años y yo tuve un pequeño accidente con la moto de nieve, describió un terrible dolor en su pierna derecha y una sensación de adrenalina que le recorrió todo el cuerpo y lo hizo estremecerse, en ese momento supimos que su conexión con nosotros era todavía más especial, pues al caerme de la moto me había hecho daño precisamente en mi pierna derecha, así que Arkaluk era capaz de sentir lo que Singajik y yo sentíamos en el momento de estar en peligro.

Por eso, para mí, despertarme en medio de la noche con un escalofrío y gritando, solo significaba una cosa: estaban en peligro. Y eso hacía ponerme más nerviosa de cara a lo que ocurriría, o debía de ocurrir, esta noche. Si Singajik y Arkaluk no lograban cambiar a su forma lobuna esta noche, era probable que nunca pudieran hacerlo, pues a medida que envejecemos nuestro poder va muriendo y acabamos con un alma de lobo encerrada en un cuerpo humano. Y si lo hacían y antes del amanecer, no volvían a su forma humana, también era probable que se quedaran como lobos el resto de sus vidas. Y eso tampoco era vida, además me angustiaba, pues en nuestra cultura está mal visto no poder controlar los cambios de forma, Singajik ya falló en su primera vez, y si mis hermanos fallaran esta noche, seríamos repudiados, los tres. Pues el honor de la familia, a pesar de ser Anori y a pesar de que yo sí controlo mis cambios, estaría manchado para siempre y tendríamos que mudarnos a otro lugar.

Me levanté de la cama y busqué mi abrigo, iría en moto hasta el bosque para intentar buscar a Singajik y Arkaluk, desobedeciendo así la norma de no interferir en su transformación. Pero primero debía de encontrarlos y no sabía donde podrían estar, solo que estaban en peligro y eso era suficiente para ponerme en marcha. Antes de salir de mi casa, miré al fondo del pasillo, donde se encontraban sus habitaciones y recé porque estuvieran bien, aunque mis instintos me decían lo contrario.

Tomé aire antes de abrir la primera puerta y ser empujada por una gran corriente de aire gélido. Logré dar un paso y salir, pero todavía quedaba otra puerta, la que me separaba de la tormenta. En esta zona de Groenlandia suelen congelarse las puertas todo el año y en pocos segundos, así que al construir la casa, mi padre hizo dos, por si una se congelaba y no podíamos cerrarla.

Mi padre también tuvo en cuenta muchos detalles a la hora de construir nuestro hogar para mantener el máximo aire caliente dentro posible, aunque como lobos podíamos recorrer kilómetros con nuestro pelaje sin sentir frío, como humanos éramos más débiles y sensibles a él.

El rugido de la moto de nieve espantó a una pareja de bisontes que estaba cerca, dejé la moto cerca de los árboles donde el bosque comenzaba y me adentré en él usando mi olfato para ubicarme. Recorrí varios metros siguiendo un fuerte olor que me resultaba familiar, pero que no era el de mis hermanos y entonces pude sentir el olor a sangre y carne y empecé a correr en esa dirección.

El olor seguía sin ser el de mis hermanos, eso era buena señal, pero sí podía asegurar que la sangre era de lobo. Era inconfundible, era de nuestra raza. Seguí corriendo tanto como mis piernas de humana me lo permitieron y pronto mis pupilas vislumbraron un pelaje anaranjado en la nieve, con sangre alrededor y me acerqué lentamente, estudiando el terreno.

Entonces lo supe, sin necesidad de ver de cerca el cadáver, supe que se trataban de los musk ox. Los musk ox tienen unos cuernos con los que embisten a sus presas y con los que se defienden si se sienten atacados. Este pobre lobo que debería de estar también en su rito de iniciación, debió de enfadarlos y acabó desangrado en la nieve. 

Pero entre el característico y desagradable olor de los musk ox, pude sentir el de Singajik y Arkaluk. Y después de asegurarme de que no hubiese peligro, salí de entre los árboles y seguí el camino que habían seguido mis hermanos, vi unas huellas de botas y las identifiqué como las de Singajik y me emocioné, al menos seguían vivos y no podía ver manchas de sangre alrededor de sus huellas, eso también era otra buena señal.

Unos metros más adelante las huellas de botas cambiaron por patas y entendí que finalmente habían hecho su cambio a lobos. Los dos. Como Singajik había fallado en su primer intento de convertirse a lobo, toda nuestra raza se había reído de él y eso había afectado a Arkaluk, que se presentaba por primera vez. La única razón por la que cesaron las risas y los insultos es porque yo soy Naaja Anori, hija del gran Nilak Anori que para todos había sido un héroe en el pueblo, ya que había salvado a nuestra raza en la lucha contra otras razas, entre ellas los musk ox. La noche en la que Singajik falló su prueba yo me presenté frente al Consejo de lobos donde determinaron que por ser un Anori, y por saber que yo era una loba de gran nivel, permitirían un solo intento más. Sonreí aliviada al saber que habían logrado su transformación y que no seríamos repudiados ni desterrados. 

Y ahí estaban, las huellas de Singajik y de Arkaluk en la nieve, con sus grandes patas de lobo. Me moría por saber de qué color era su pelaje, qué tamaño tendrían y cómo sería correr con ellos en nuestra forma lobuna. Ese pensamiento me sacó otra sonrisa que enseguida se borró en cuanto llegué a un claro donde pude ver a mis hermanos frente a una manada de musk ox. 

De pronto sentí como si todo eso ya lo hubiera vivido y formara parte de un sueño, pero no era un sueño, era una pesadilla que podía volver a repetirse si no hacía nada para impedirlo, pero mis músculos no me respondían y mi mente quedó bloqueada recordando el mismo momento en el que otra manada de musk ox acababa con la vida de mis padres, Nilak y Nuiana.

Sentí el calor de dos lágrimas bajar por mi rostro y luego reaccioné, saqué lentamente un cuchillo de mi bota derecha y agarré con fuerza el mango, rodeé a la manada sin acercarme demasiado porque podrían olerme, si es que no lo habían hecho ya. Me situé justo detrás del que estaba más próximo a mis hermanos, y esperé a ver qué pasaba. No era tonta, estaba en desventaja, y quería asegurarme de que todo salía bien, por eso no podía empezar a atacar sin saber qué se disponía a hacer el que parecía el líder de la manada, aunque me daba miedo descubrirlo cuando ya fuera demasiado tarde.

Finalmente el musk ox se dio por vencido y empezó a caminar sin volver la vista atrás, entendió que ni Singajik ni Arkaluk eran un peligro y prefirió evitar una pelea innecesaria. Los pobres todavía eran unos cachorros. Al líder le siguió el resto de la manada, que en unos pocos metros dejaron de verse a causa de la niebla. 

Respiré hondo y metí mi cuchillo de nuevo en la bota, y antes de poder volver a levantar la cabeza, sentí un gran lametón en la cara. 

—Hey Sin, ¡felicidades! —exclamé acariciándole el hocico— Te has convertido en lobo.

—¡Arka! —grité cuando el pequeño se acercó a lamerme las manos. Le acaricié la cabeza y me separé de ellos.

Cerré los ojos, me concentré y en unos segundos me había convertido en loba. Mi pelaje era gris, el de mis hermanos era blanco como la misma nieve y corrimos de vuelta a casa donde ya nos estaban esperando los lobos que formaban parte del Consejo. Seguramente mi presencia allí, en el bosque y en mi forma lobuna, no era lo que esperaban ver y el líder se decepcionó bastante cuando me vio. Pero otro hombre lobo, de unos treinta años y rubio, se acercó al líder y le dijo algo al oído. Entonces sonrieron y todos gritaron hurra, se alegraron de que tanto Singajik como Arkaluk lo hubieran conseguido y nos dejaron entrar a casa a descansar donde recuperé enseguida mi forma humana. Mis hermanos tardaron un poco más en averiguar cómo se conseguía, aunque finalmente se transformaron sin problemas antes del amanecer.

—Os espera un duro entrenamiento, chicos —dije a la mañana siguiente cuando les llevé el desayuno—. Y será duro, porque os enseñaré lo mismo que papá me enseñó a mí cuando aprendí.

Desde esa mañana mis hermanos y yo organizábamos juegos y peleas falsas donde nos pasábamos el día en nuestra forma lobuna, aprendieron a cazar, aunque nunca mataron a ningún animal, ya que saciábamos nuestra hambre como humanos y de forma totalmente vegetariana, aunque pueda sonar raro, así es cómo nos hemos alimentado siempre los Anori. Y lo más importante, aprendieron a controlar los cambios de forma y a no dejar que la luna llena les afectase controlando la agresividad que el satélite provoca en ellos. Nunca supe qué le había dicho el hombre lobo rubio al líder del Consejo, pero nunca recibí una amonestación por haber interferido en el rito de iniciación, pero supongo que simplemente alguien habría visto cómo mis hermanos se transformaron antes de que yo llegara, pues no era de extrañar que muchas veces se escondieran hombres lobo de nivel superior a vigilar las posibles trampas.

El origen de los nombres utilizados para este relato son inuits y aquí os dejo su significado:

Singajik - lobo amarillo. 
Arkaluk - hermano pequeño. 
Naaja - gaviota. 
Nilak - bloque de hielo. 
Anori - viento.
Nuiana - pequeña nube. 
Los nombres los he sacado de aquí.

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