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Ojos de marfil - Capítulo 4 [Blogs colaboradores]





   El ruido de los motores del coche de los señores Villeneuve despertó a Violette que dormía tumbada de lado junto a Sabouya. La joven abrió los ojos, asustada, también podían oírse algunos grillos a lo lejos y las voces de su tía y el resto de invitados que se habían quedado hablando a solas en el salón.

   Antes de levantarse del césped giró su cabeza para contemplar la respiración calmada y tranquila de Sabouya que dormía con una expresión de paz y bienestar en su rostro que la contagió la hizo sonreír. Se incorporó sin llegar a levantarse y reconoció las siluetas de Julie y Lucien Gouncourt que se despedían de Marie. Imaginó que preguntarían por Sabouya, así que volvió a girarse hacia el chico y le acarició la mejilla, bajó su mano hasta su hombro izquierdo y lo movió un poco, suficiente para que se despertara algo sobresaltado.


—Buenos días —susurró ella con la voz algo ronca, probablemente se hubiera resfriado por pasar la noche durmiendo al aire libre.
—¿Quién eres? ¿dónde estoy? —preguntó él alzando las manos al aire como si así pudiera defenderse si alguien le atacaba.
—Sabouya, soy Violette, ¿recuerdas? —la joven se mantuvo en su lugar, mirándole con angustia.
—Vi... Violette... —dijo llevándose las manos a la cabeza y haciendo una mueca de dolor.
—Eso debe de ser la resaca de todo lo que bebimos anoche —dijo ella algo más tranquila—. Vamos adentro, te preparo un té para que el viaje en coche hasta tu casa no se te haga muy largo.

   Violette no obtuvo respuesta, Sabouya se quedó sentado en el césped mientras ella le esperaba de pie para caminar hacia la cocina. Por un momento Violette pensó que quizás estuviera enfadado, triste o se encontrara realmente mal, pero no sabría decir porqué. Luego comprendió que, con ayuda del oído, estaba ubicándose.

—La entrada de la casa hasta allá al frente, ¿verdad? —preguntó mientras apuntaba con su mentón.
—Sí —respondió ella asombrada— los señores Gouncourt están todavía despidiéndose de mi tía.
—Entonces será mejor que vaya hacia ellos, no quiero demorarlos más —el joven se puso en pie y comenzó a andar en dirección al coche siguiendo solo las voces que reconocía a lo lejos.

   Mientras Violette lo veía alejarse, los primeros rayos de sol comenzaban a acariciar su piel y a teñir el cielo de naranja. Arregló su vestido que estaba cubierto de arrugas y pliegues y soltó su melena, dejándola caer por sus hombros desnudos.

   Recorrió la cocina y subió las escaleras en las que horas antes había hablado por primera vez con Sabouya y atravesó el salón donde Ashanti estaba recogiendo lo que quedaba de la cena de ayer. Se dieron los buenos días y Violette continuó hasta las escaleras que la conducirían a su habitación. Mientras subía los escalones no pudo evitar echar una mirada hacia atrás, la puerta de la casa estaba abierta y afuera se veían los coches, ya solo quedaba el de los señores Gouncourt y Violette pudo ver a través del cristal del parabrisas del coche a su amado Sabouya, ese que se había comportado tan distante esa mañana pero con el que había compartido una preciosa velada.

   Volvió su vista al frente, pensativa, y se encontró con el cuerpo de su hermana apoyado en la barandilla. Sarah llevaba un camisón de seda blanco con los bordes en rosado y su pelo seguía con el recogido de anoche. Su piel lucía radiante, aunque comenzaba a tener algunos granos típicos de la edad y su mirada estaba cargada de curiosidad.

—¿Dónde y con quién has estado? —preguntó la pequeña de las hermanas a modo de reproche.
—No te importa —fue la respuesta de Violette antes de abrir la puerta de su habitación, pero luego lo pensó mejor y miró a los ojos a su hermana— A no ser que tú también me digas con quién estuviste anoche —la mirada de autosuficiencia de Violette hizo enfurecer a la pequeña que entró en su habitación ruborizada.

   Violette estaba demasiado cansada como para ocuparse de eso ahora así que se encerró en su habitación y comenzó a desnudarse para darse un gran baño. El vestido llevaba toda la noche oprimiéndole las costillas y la sensación de quitárselo fue tan maravillosa como la de quitarse los zapatos que la habían atormentado con el tacón clavándose en la tierra del césped mientras intentaba pasear con Sabouya.

   Sabouya... seguía siendo un misterio para ella. Habían cenado, habían bebido hasta casi emborracharse y se habían quedado dormidos juntos. Pero ya está. A la mañana siguiente toda la magia se rompió. Seguramente él se habría avergonzado y por eso habría actuado así, en parte era comprensible, pero no dejaba de molestarla. Quizás, después de una noche de confesiones, esperaba otra reacción de su parte al despertar.

   A la hora del almuerzo las hermanas volvieron a verse, esta vez en presencia de Marie, que tenía el semblante serio y podía notarse que estaba alterada.

—Tía —comenzó hablando Sarah— ¿nos vas a contar qué pasó anoche?
—No creo que sea conveniente —sentenció Marie levantándose de la mesa y dirigiéndose a su habitación.
—Apenas ha probado la comida —continuó Sarah mirando a su hermana— ¿crees que estará bien? ¿pasará algo grave?
—Se lo sonsacaremos cuando esté más calmada, ahora vamos a comer... —dijo Violette tragando su comida— Ahora, mejor cuéntame tú qué pasó anoche.
—Nada, ¿por qué piensas que iba a pasar algo? —preguntó Sarah nerviosa.
—Sarah, saliste a papá, no sabes mentir... Te vi anoche con Thabo, estabais hablando muy acaramelados, ¿no crees? —Violette intentó que su tono no sonara acusador para no alterar a su hermana.
—¡Solo hablamos! —exclamó ella poniéndose colorada, sin duda había más de esa historia.
—Te creo —mintió Violette— pero entonces, ¿por qué te pones tan nerviosa?
—No estoy nerviosa, ¿y tú? ¿de dónde llegaste esta mañana? En la fiesta no había ninguno chico atractivo y los pocos que pudieran haber salieron de la casa cuando la tía los echó, así que no sé con quien podrías haber estado —la mirada y el tono de voz de Sarah sí eran acusadores, pero Violette no se dejó intimidar y decidió contestar con la verdad... o casi.
—Bajé a la cocina y me encontré con el empleado de los señores Gouncourt, cenamos, hablamos un rato y salimos fuera al jardín.
—¿El ciego? ¿por el que todos discutieron anoche? —preguntó Sarah con una expresión de máximo asombro.
—Se llama Sabouya —contestó Violette apartando su plato vacío y acercando el postre.

   Durante los siguientes minutos Sarah estuvo procesando la información y sopesando si contarle a su hermana la verdad de lo que pasó entre Thabo y ella o no. En realidad no era para tanto, solo habían sido unos besos, pero Violette la mataría y si llegaba a oídos de su tía era probable que Thabo acabara despedido, así que decidió guardar silencio.

   Las hermanas se levantaron de la mesa llevando sus platos vacíos a la cocina y felicitando a Ashanti por la comida. La cocinera siempre agradecía las palabras y el gesto de bajar los platos sucios para ayudarla en su trabajo y les sonreía con dulzura. Luego continuaba con sus labores en la cocina y las chicas cogían un pan de la cesta de panes que había colgada de la puerta y continuaban su camino hasta el jardín donde paseaban bordeando la casona y llegaban a la puerta trasera de la casa.

   Desde que habían llegado a Costa de Marfil y se habían instalado ahí, iban todas las tardes a distraerse a aquel lugar. La puerta trasera había sido tapiada cuando años atrás Marie sufrió un robo en su casa y mataron a su marido. Ella continuó sin contratar seguridad pero sí decidió que sería buena idea tener solo una puerta de entrada y salida.

   El marido de Marie, James, había sido un militar varios años mayor que ella que había ganado mucho dinero. Cuando se casó con Marie se mudaron a Costa de Marfil y compraron esta casa. La pareja era muy feliz, incluso intentaban tener hijos, pero nunca lo lograron. Un día Marie llegó a casa y se encontró a James en un charco de sangre, la casa había sido desvalijada y nunca nadie supo quien fue. Unos meses más tarde llegó una carta desde París, Claire, la hermana pequeña de Marie, iba a ser madre. Marie sintió una pizca de envidia pero una alegría enorme así que decidió volver a su hogar, ahora como una mujer viuda.

   Los siguientes once años transcurrieron en París, dejando la casa de Costa de Marfil abandonada. Ahora era feliz con su hermana y sus dos sobrinas, Violette y Sarah Adrienne. Pero una enfermedad terrible que ningún médico pudo curar se llevó a Claire. Marie sintió que el mundo se le venía encima y cuidar de sus sobrinas era una tarea realmente difícil, así que esperó a que su cuñado se recuperara del duro golpe para marcharse.

   La vuelta a Costa de Marfil como mujer viuda fue dura. Volver a la casa donde había visto el cuerpo sin vida de su marido lo era todavía más. Pero Marie podía ser muy testaruda cuando quería así que se hizo con varios empleados, entre ellos Konata y Orpheline, y juntos limpiaron la casa y la acondicionaron para vivir.

   Todo el dinero que Marie tenía en ese momento venía de su trabajo en París como educadora y de la venta de algunas joyas. Acceder al dinero de su marido era tarea imposible y con el tiempo dejó de insistir. Por eso cuando estalló la guerra, se vio incapaz de ayudar a sus sobrinas porque no podía enviar dinero. La única solución era volver a insistir y arreglar los papeles de la herencia de su difunto marido después de más de una década de su muerte y luego, si todo salía bien, traer a las niñas a Costa de Marfil.

   Efectivamente todo salió según lo planeado y las chicas pudieron huir de la guerra y ahora se encontraban en aquella parte de la casa de la que no conocían su pasado. Alrededor de la puerta se habían formado algunas enredaderas de las que crecían unas flores púrpura y en el suelo algunos pajarillos se alimentaban de las migas de pan que Sarah les lanzaba.

   Parecía ser una tarde tranquila, sin mucho alboroto, pero entonces oyeron unas voces que provenían del interior de la casa y se alarmaron. Corrieron hacia la puerta delantera atravesando el jardín y pudieron ver a su tía frente a la ventana recogiendo unos cristales.

—Tía, ¿qué ha pasado? —preguntó Violette realmente asustada.
—Sabía que lo de anoche me pasaría factura —respondió Marie reprimiendo las lágrimas.
—¿Te refieres a lo que hablasteis en privado? —volvió a preguntar la mayor de sus sobrinas.
—No, me refiero a cuando eché a todos esos bastardos —respondió Marie clavándose algunos cristales en la palma de su mano y soltando un alarido.
—¡Cuidado! —exclamó Violette, vamos a dentro a limpiarte la herida de la mano.

   Las tres caminaron sin decir nada hacia el interior de la casa y en ese momento Thabo salía con un recogedor en la mano y un cepillo en la otra para limpiar los cristales. Violette cruzó una mirada asesina con él y Sarah evitó mirarlo por prudencia y por pudor.

—Veréis niñas —empezó Marie— me gustaría no tener que contaros nada de esto, que todo fuera una pesadilla, mandarlas a sus habitaciones a leer o hacer alguna tarea y no tener que explicaros esto, pero desde anoche puede que nuestra vida esté en peligro —las hermanas se miraron alarmadas— Hoy nos han tirado una piedra a la ventana del salón, mañana puede que sea algo peor, podrían hasta manipular el coche y provocarnos un accidente —Marie hizo una pausa mientras se vendaba la mano ya desinfectada— No me gustaría que os pasara nada... ya una vez cometí el error de no ser precavida y perdí a alguien a quien amaba, no cometeré ese error con vosotras —Marie volvió a hacer una pausa al recordar a James y se limpió una pequeña lágrima que corría por su mejilla, pero no pudo hacer nada con las que le siguieron— A partir de ahora voy a contratar a un servicio de seguridad, ¿vale? Ninguno de esos esclavistas malnacidos os va a tocar un pelo —Marie besó la frente de sus dos sobrinas y se dio la vuelta, dejándose caer en el sofá que tenía detrás.
—¿Todo esto por echarlos de la fiesta? —preguntó Violette incrédula.
—Los humillé y eso debió de sentarles mal, pero creo que anoche se quedaron espiando y tuvieron que haber visto los coches que seguían aparcados en frente. Saben que tramo algo y saben quienes son los que se quedaron anoche. No se preocupen, ya los he avisado a todos.
—¿A Julie y Lucien también? —preguntó Violette intentando que pareciera una pregunta natural.
—¡Claro! Fueron a los primeros a los que llamé —respondió Marie dejando a Violette más tranquila.
—Y... ¿por fin vas a contarnos de qué hablaron anoche en esa reunión? —preguntó Violette sacando el valor.
—Es mejor que no lo sepas... —fue la respuesta de Marie.
—Dado que nuestra vida ya está en peligro, ¿qué más da que lo sepamos? —intervino Sarah haciendo enfurecer a su tía.
—¡Está bien! Hablamos de varias posibles soluciones: los Romilly tienen contactos en la política y van a intentar conseguir apoyo, pero si no lo lograran... Bueno, digamos que esa gente conoce a mucha gente capaz de hacer cualquier cosa por dinero y ellos tienen mucho... y digamos también que conocen quienes son los mayores esclavistas de Costa de Marfil, los que venden y compran esclavos de otros países y los traen aquí o los que secuestran a niños de sus aldeas y los obligan a trabajar... Sería como cortarle la cabeza a la serpiente. Si eso no funcionara también barajamos otras posibilidades, pero no es necesario que las conozcáis todas.

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