La bahía donde nos conocimos
¡Hola! Hacía tiempo que no me venía la inspiración para escribir un relato, aunque este sea mini. La historia ha fluido sin pensarla realmente, no sabía de qué estaba escribiendo hasta que lo estaba escribiendo y la verdad es que eso me gusta. Espero que a vosotros también os guste y que me dejéis vuestra impresión en los comentarios.
¿Alguna vez habéis sido arrastrados mar adentro por las olas? Es una sensación de angustia en la que instintivamente contienes el aliento y dejas de pelear contra el mar embravecido hasta que todo está en calma de nuevo por unos segundos y puedes nadar hacia la orilla. Entonces tus pies tocan la arena fría y mojada y te sientes a salvo. Por fin respiras e intentas salir de ahí lo antes posible.
El mar nunca te ha dado miedo, ni te lo da ahora, pero sabes de sobra que a veces hay que tenerle algo de respeto a esa gran masa de agua gigante, porque podrías perderte para siempre.
Eso fue exactamente lo que me pasó contigo.
Cuando te miraba de lejos me atraía el fuego de tu piel, el calor que desprendía tu mirada y la confianza que me daba tu sonrisa. Pero eras la calma antes de la tempestad y no lo supe ver.
Me adentré en ti como una ingenua, pensando que si algo malo me pasaba, tú me salvarías, tú estarías ahí para mí. Cada día y cada noche que pasamos juntos la vivimos como si fuera el último día de nuestras vidas. No dejamos bar abierto, no dejamos una parte del cuerpo del otro sin besar ni morder. No dejamos que las horas del reloj nos dijeran cuando era tiempo para dormir ni cuando era tiempo para despertarse.
Y sin darme cuenta nuestro amor apasionado se convirtió en ese mar embravecido que casi me ahoga.
Pero contigo no había momento de calma.
Ni orilla.
Contigo nadaba sin rumbo fijo y poco a poco mis fuerzas me fueron fallando.
Necesité respirar y no lo conseguí, intenté salir y no lo conseguí.
Ya era demasiado tarde...
Una noche, mientras dormías tan borracho como siempre, caminé hasta la puerta mientras intentaba esquivar los muebles. Yo también estaba borracha, pero no lo suficiente como para darme cuenta de que la mañana siguiente no la quería pasar contigo en la cama.
Las noches de juerga me habían consumido, aunque debo reconocer que era cuando estabas en tu mejor momento. Pero yo no estaba en el mío. Me había cansado y tú no lo entendías. Yo quería una mejor vida y eso era todo lo que tú podías darme, todo lo que conocías. Y lo peor de todo es que tampoco querías cambiarlo, no querías cambiar por mí. Y yo no quería seguir ahí.
Salí a la calle y toqué el asfalto con mis pies desnudos. La calle llegaba hasta la bahía donde nos conocimos dos años atrás. Caminé hacia allí.
A cada paso que daba caía una lágrima de mis ojos. En mi garganta había un gran nudo que dolía y algo en mi interior me pedía que gritara, que dejara escapar el dolor. El dolor de abandonarte.
Mojé mis pies sucios en el agua fría y caminé hasta que el agua estuvo a la altura de mi cintura. La luna estaba llena esa noche y el mar en calma. Levanté los pies de la arena y enseguida me sentí aliviada por estar flotando. Estaba indefensa, suspendida en el mar, completamente a oscuras. Pero fue la primera vez que me sentí realmente protegida en dos años. Me sentí tranquila.
A veces las personas no son lo que parecen. O son exactamente lo que parecen pero estamos tan ciegos que no lo vemos. Sentí el impulso de volver a él, a su locura de vida, a sus "nena, tú nunca podrías entenderlo" y a sus besos bajo la ducha.
Y es que, ¿cómo no hacerlo? Si es el amor de mi vida...
Pero el amor de su vida siempre ha sido y siempre será una botella de whisky.
Aquella noche me salvé de ti.
Siento mucho no haber podido salvarte a ti de ti mismo.
No hay comentarios
Publicar un comentario
¡Gracias por comentar!